domingo, 9 de agosto de 2009

Testamento de Mario Benedetti, enviado por Prof.Willfor Goudeth.

EL CECUFM, presenta el correo electrónico remitido por el
profesor Willfor Goudeth, titulado: Testamento de Mario Benedetti


Yo... con la salud algo quebrantaday no sé si recuperable, dejo a mi segunda mujermis brazos y mis piernas, en recuerdo de que conunos y con otras la abarqué y la ceñí, la incorporé a mi territorio,la gocé y logré que me gozara.
También le dejo mis rabietas de verdugo y mis caricias de arrepentido; mis hoscas vigilias y mis nocturnos deminucioso amador; la melancolía que me provocan sus ausencias y el cielo abierto que acompañan sus regresos;la garantía de saberla dormida a mi lado y la certeza de que velará mi último sueño.
Yo... dejo también una canción cadenciosa y pegadizaque mi madre cantaba en la cocina mientras revolvíael dulce de leche casero;dejo un cristal con lluvia que me ponía alegremente melancólico;dejo un insomnio con luna creciente y dos estrellas;dejo la campanilla con la que llamaba a la esquiva buena suerte;dejo una tijerita de acero inoxidable con la que, a través de los años, me fui cortando tres o cuatro tipos de bigote;dejo el cenicero de Murano que recogió sin inmutarse las cenizas de mis frustraciones;dejo todos mis apodos y mis remordimientos clandestinos;dejo una ficha de ruleta para que alguien la apueste al treinta y dos; dejo el relámpago de la memoriaque a veces ilumina los baldíos de mi conciencia;dejo el cuaderno tabaré cuadriculadodonde fui anotando mis vagos presentimientos;dejo un ejemplar del Quijote en papel biblia con notas al margen que testimonian mi aburrida admiración;dejo los gemelos de oro que me regalaron para mi segunda boda y que nunca estrené puesuso camisas de manga corta;dejo la cadenita de mi pobre perroque murió hace tres años porque no supo soportar su viudez;dejo un encuadernado ejemplar de la oda al carajo, única obra maestra delubicuo bandolero que escribiónuestro himno y el de Paraguay;dejo el antiguo calzador de mango largoque uso en mis temporadas de lumbago;dejo mi valiosa colección de arrugadas expectativas;dejo un cajoncito de cartas recibidas y otro cajoncitocon copias de las cartas que no me contestaron;dejo un termómetro enigmático y maravillosoporque siempre nos fue imposible leer en él la temperatura nuestra de cada día;dejo la acogedora sonrisa de la preciosa pero intocable mujer de un amigo que es campeón de karate;dejo el único piojo solitario,anacoreta, que ingresó hace doce añosen mi geografía corporaly al que ultimé sin la menor piedad ecologista;dejo un plano muy bonito de Montevideo,recuerdo de una época poscolonial y premoon;dejo mi horóscopo, con sus pronósticosnunca confirmados; dejo un papel secantecon la firma (invertida) de un ministro del ramo;dejo un caracol gigante, recogido en una playa oceánicaque antes de expirar me miró con la tristeza de su odio salado;dejo una antena de TV, que sólo aportó inéditos fantasmas a mi pantalla;dejo las ojeras de mi hipocondría y los ardides de mi falso olvido;dejo un decilitro de ola atlántica que guardo en un frasco verdiazul para que no extrañe;dejo un sueño erótico y su verdad desnuda,por cierto inalcanzable en la arropada vigilia;dejo una bofetada femenina, injusta y perfumada;dejo una patria sin himno ni bandera pero con cielo y suelo;dejo la culpa que no tuve y la que tuve, ya que después de todo son mellizas;dejo mi brújula con la advertenciade que el norte es el sur y viceversa;dejo mi calle y su empedrado;dejo mi esquina y su sorpresa;dejo mi puerta con sus cuatro llaves;dejo mi umbral con tus pisadas tenues;
dejo por fin mi dejadez.

Mario Benedetti



Francis R Garcia.

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